"YO NO QUIERO SER PERIODISTA"

Para los que estudiábamos periodismo, 1998 fue una época en que el oficio era motivo de fuerte orgullo. Ser periodista era igual que ser un gran empresario, funcionario o estrella de Hollywood. Gozaba de renombre. Pero, a medida que han pasado los años, esa percepción se ha ido debilitando. En la actualidad, «el oficio del periodista se encuentra bajo cuestionamiento en todas partes y por todos sus flancos» (Corporación Andina de Fomento, 2008, p. 5), lo que ha producido un giro en la perspectiva del ejercicio periodístico que se desarrolla en un ámbito de aparente miedo, opacando así la aplicación de los principios básicos de formación deontológica del buen periodismo.

Una coyuntura poco alentadora para los jóvenes de estos tiempos, que en algún momento desearon estudiar el oficio, pero que interrumpen su camino para decir: “Yo no quiero ser periodista”. Una frase que no se escuchaba muy a menudo hace 14 años.

Y es que los jóvenes se sienten intimidados por «los desafíos de los medios de comunicación que están íntimamente ligados al ambiente en que se desenvuelven y a sus características propias como empresas públicas o privadas» (Corporación Andina de Fomento, 2008, p. 9), que comprenden temas como «la independencia editorial, las injerencias gubernamentales, la ética periodística, la justa remuneración del trabajo y la calidad de información profesional (…) que dibujan un complejo mapa donde las presiones de los gobiernos, los marcos legales, y los compromisos económicos aumentan la temperatura al ambiente en el que se desarrollan los medios» (2008, p. 9)

Un panorama que se vivió también en las épocas más difíciles de la historia del siglo XX, y que se superó gracias a la visión humanista y social del buen periodismo, de ese periodismo que posee «noción de la esfera pública, los valores periodísticos de verdad, objetividad, y equilibrio» (Diezhandino, 2007, p. 39). Principios que nacen de la visión de un periodismo “cerca de la gente y lejos del poder”, reforzando su identidad y valores porque «no hay periodismo posible al margen de la relación con los otros seres humanos» (Kapuscinski, 2002, p. 38). Un periodismo comprometido con la realidad social.

Entonces, ahí vale reflexionar lo siguiente: ¿Dónde quedó esa esencia de vocación? ¿Dónde quedó, como decía Gabriel García Márquez, «esa pasión insaciable que solo puede dirigirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad»? (1996, p. 8).

Se percibe una ola negativa sobre el periodismo que está partiendo de un aparente miedo, a raíz de la esfera de una regulación en la comunicación pública, que no involucra únicamente a periodistas, sino a toda la estructura organizacional de los medios de comunicación del país.  Pero, ¿Por qué tener miedo? No cabe el miedo cuando se ejerce el buen periodismo y apropiada comunicación aplicando la libertad de expresión a través de la labor informativa e investigativa responsable en beneficio de la sociedad. No cabe el miedo si se aplica la normativa con rigor sin excepción a diferenciaciones por intereses particulares.

Como indica Robert White: «El ejercicio de la libertad de expresión es el comienzo de la comunicación pública libre, pero poner énfasis en la expresión de nuestras propias ideas, si no se acompaña de un fuerte sentido de responsabilidad social, puede degenerar en la exaltación de nuestras ambiciones personales» (2007, p. 181). A esto se suma, la aplicación de la ética profesional que establece normas para el debido proceso de comunicación en la sociedad, que va desde el derecho del ciudadano a estar informado, hasta el libre acceso a los medios y la información. 

Sin embargo, se puede ir más allá. La responsabilidad social en el periodismo no debería partir de un código de ética y normas establecidas de buen comportamiento en la sociedad; debería partir del mismo principio de las ciencias sociales sobre el rigor humano impulsado por el principio moral de equilibrio que se debe emplear en la vida en general.  La filosofía oriental plantea que los extremos sesgan y ciegan el camino, mientras que el equilibrio abre la conciencia para una clara armonía con el buen accionar. Ante esto, entonces, vale de nuevo preguntar: ¿Por qué tener miedo?

Nadie está diciendo que mantener el equilibrio es sencillo, pues existen distintos factores con los que se debe lidiar para no afectar la acción (Palma, 2010). No obstante, la llamada «cláusula de conciencia» (2010, p. 31) del periodista es una herramienta muy útil para fortalecer la práctica de esta difícil labor. Críticos dirán que es un concepto demasiado humanista. Pero, sí, el periodismo es humanista y social. Los medios de comunicación se deben a seres humanos que conforman la ciudadanía de un país, el cuerpo de una sociedad, que debe estar bien informada. El periodista sirve a los más necesitados, sirve a un pueblo que necesita saber la verdad.

Si uno analiza la vida de los periodistas ejemplares, en todos los casos las cualidades son las mismas: sacrificio, preparación, vocación, pasión, riesgo, solidaridad, empatía y su fuente principal ha sido la gente.  Por ello, uno no puede hablar de un buen oficio, sin hablar primero de un buen perfil humano. Como escribió el periodista de origen polaco Ryszard Kapuscinski: «Creo que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre o una buena mujer, buenos seres humanos» (2002, p. 38).

Y es que el periodista está sumergido en una filantropía como eje transversal de su quehacer diario, con y hacia «los otros» (Kapuscinski, 2002, p. 37).  Hay oficios cuyos resultados afectan a una computadora pero en el periodismo impactan en el valor intangible de la opinión pública, porque como señaló Kapuscinski: «La relación con los seres humanos es el elemento imprescindible de nuestro trabajo» (2002, p. 38).

Así, servir a la opinión pública a través de la búsqueda de la verdad y contextualizando los hechos de interés común es el principio y fin de la profesión. Los motivos comerciales, empresariales, políticos y hasta de poder son elementos adyacentes que no deberían afectar la columna vertebral del periodismo, si en su práctica, ésta posee una sólida y rigurosa esencia de ética humanista. 

Sin embargo, plantear un rescate de los principios deontológicos del buen periodismo no sirve de nada sin un enfoque formativo de los futuros periodistas. ¿De qué sirve un país regulado y ético sin la formación integral de verdaderos periodistas? ¿Qué pasaría en un país donde no existan periodistas debidamente preparados académica y experimentalmente? ¿Qué se está haciendo para incentivar la práctica equilibrada de la profesión?

Ojalá se disuelva ese movimiento «deshumanizador galopante» (García Márquez, 1996, p. 3) de los nuevos tiempos que dice: “Yo no quiero ser periodista”. Ojalá el renacimiento de un periodismo aterrizado a la realidad comunitaria no se quede en una sola generación. Ojalá vuelva ese espíritu y convicción de estar en el camino correcto. Ojalá se vuelva a escuchar más a menudo el pensamiento de Gabriel García Márquez: “El periodismo, «el mejor oficio del mundo»” (1996).

Referencias
Corporación Andina de Fomento. (2008). Desafíos para la industria periodística en la Región Andina. Bogotá: Instituto de Prensa y Sociedad.
Diezhandino, M. P. (2007). Periodismo y Poder. Madrid: Pearson Educación S.A.
García Márquez, G. (1996). El mejor oficio del Mundo. Los Angeles, USA.
Kapuscinski, R. (2002). Los cínicos no sirven para este oficio. Barcelona: Anagrama, S.A.
Palma, G. D. (2010). Introducción al Periodismo. Buenos Aires: Editorial Brujas.
White, R. (2007). Comunicar Comunidad . Buenos Aires: La Crujía Ediciones.

Comments

  1. Yo siempre comparo mucho el periodismo y la industria de la musica en la escena aternativa y su transformacion hacia lo "indie" - independiente.
    Anos atras el sueno de un musico era firmar "un contrato con una casa disquera grande". Poco a poco la casa disquera tomaba control del tu arte al punto que ellos decidian la musica que producias. Hoy en dia y mas de una decada despues las grandes casas disqueras estan perdiendo ese espacio y la produccion independiente crece mas fuerte cada dia.
    Este mismo efecto se lleva acabo en muchas areas y le esta pasando al periodismo.
    "Hoy no quiero ser ese periodista al que se le impone lo que tiene presentar al publico" y yo estoy muy de acuerdo

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