LAS CALLES, LOS AVIONES, LAS CULTURAS
Las calles huelen al indescriptible
olor de cuando algo ha sido utilizado con frecuencia, a desgaste, a sudor, a
risa, a llanto. Todo se mezcla. Existen masas de personas caminando al mismo
ritmo, al mismo paso. Uno tras otro sigue el son de la sinfónica que brinda
el viento, la lluvia, o el brillo del sol. Lo interesante es que no necesariamente siguen
el ritmo a conciencia, sino parecerían bloques de soldados bien entrenados; y de repente se escucha un “next” cuando llegan a un punto en el que hay que parar.
A esta ruta terrestre se suman
los autos y los trenes que muchos deciden tomar todos los días, y que en algunos
casos no deciden, simplemente están. Y es que a veces lo acelerado del camino no
permite al hombre detenerse a observar, a percibir, a pensar, a sentir.
También existe la ruta aérea que
da alas a los hombres. Los aviones los transportan para llegar más lejos, con
menos ejercicio físico, pero con mayor demanda emocional. Muchos no lo pueden
hacer porque el temor a elevarse los deja paralizados, poniendo límites a su
experiencia de vida. Sentimientos
encontrados para muchos, y poco importantes para otros, porque el hecho de
transportarse para vivir nuevas experiencias, para relacionarse con diferentes
personas, de ir más allá, es una cuestión de visión y de cultura.
¿Hasta dónde y cómo quieres
llegar?
Una pregunta que muchos no sabrán
contestar porque no conocen esa opción, no conocen que pueden hacerlo, no han
tomado conciencia de esa posibilidad. Como indica el planteamiento filosófico de Descartes primero "pienso, luego existo”, es decir, hay que tomar conciencia de la propia existencia para
poder vivir, para poder actuar, para poder sentir.
El mundo está hecho de personas
quienes son los encargados de desarrollar su espacio, su localidad, su vida. No
es primordial la grandeza del territorio ni la de los recursos cuando existe la
conciencia, la voluntad, el talento, el esfuerzo y la preparación para el
desarrollo. Creo en la hipótesis que un territorio o un país progresa a través de
su gente, a través de los ciudadanos quienes tienen el derecho a decidir sobre
el espacio que habitan con sus recursos físicos y no físicos. Tienen el derecho
a la educación, a la salud, a la vivienda, a la biodiversidad, pero sobre todo
a enriquecer eso que no se ve y que es la columna vertebral del ser humano: La
mente, el corazón y el espíritu.
Como señala Miguel de Cervantes Saavedra: “Viajar vuelve a los
hombres discretos”, pero ¿discretos para llegar?, ¿discretos para pensar? o ¿discretos
para sentir? Yo diría discretos para
desacelerar románticamente la ruta de esas calles, de esos aviones, de esas
culturas, que nos ofrecen la propia razón de disfrutar el existir.
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